MUTILACIÓN GENITAL FEMENINA
Una cuestión de derechos humanos.
La mutilación genital femenina es una cuestión que preocupa a las mujeres y a los hombres que creen en la igualdad, la dignidad y la justicia para todos los seres humanos, sin distinción de sexo, raza, religión o identidad étnica. No debe considerarse como el problema de un grupo o cultura determinados, ya sea africano, musulmán o cristiano. La mutilación genital femenina se practica en muchas culturas. Representa una tragedia humana y no debe utilizarse para enfrentar a africanos contra no africanos, a unos grupos religiosos contra otros, ni a mujeres contra hombres.
Nahid Toubia, Llamamiento a la Acción Mundial
El 6 de febrero es el Día Mundial contra la Mutilación Genital Femenina, una actividad que se realiza desde hace siglos en África y Asia principalmente, pero también hay reportes de su práctica en países industrializados.
La mutilación genital femenina es el término que se utiliza para referirse a la extirpación parcial o total de los órganos genitales femeninos. Su forma más severa es la infibulación o circuncisión faraónica, que consiste en la extirpación total o parcial del clítoris (clitoridectomía) y la escisión de los labios mayores y menores para facilitar la sutura vaginal con la cicatrización. Sólo se deja una pequeña abertura para permitir el paso de la orina y del flujo menstrual.
Un 15% de todas las mutilaciones que se practican en África son infibulaciones. En el 85% restante se realizan clitoridectomías o excisiones. Un procedimiento menos extremo consiste en la ablación del prepucio del clítoris.
En algunos lugares se celebra sólo una ceremonia tradicional, sin la mutilación de los genitales. Este ritual puede consistir en empuñar un cuchillo junto a los genitales, pinchar el clítoris, cortar algo de vello púbico o realizar una ligera escarificación en la zona genital o en la parte superior de los muslos.
El tipo de mutilación, la edad y la manera en que se practica la mutilación genital varían conforme a diversos factores étnicos, regionales, urbanos o rurales y socioeconómicos. La edad de la víctima puede variar desde el nacimiento hasta el primer embarazo, pero habitualmente se practica entre los cuatro y los ocho años.
Habitualmente esta práctica se realiza en grupo, pero también puede realizarse individualmente, en el domicilio de la niña o en el de algún pariente o vecino, en un centro de salud, al aire libre.
La persona que practica la mutilación puede ser una anciana, una partera o una curandera tradicional, un barbero o una comadrona o un médico calificado.
Se usa anestésico local en el mejor de los casos. Otras veces se le pide a la niña que se siente en agua fría para entumecer la zona y reducir la probabilidad de sangrado, pero lo más frecuente es que no se tome ninguna medida para reducir el dolor. La niña es inmovilizada, generalmente por ancianas, con las piernas abiertas. La mutilación se lleva a cabo utilizando un cristal roto, la tapa de una lata, unas tijeras, la hoja de una navaja u otro instrumento cortante. Cuando se trata de una infibulación, se utilizan espinas o puntos para unir ambas partes de los labios mayores, y las piernas pueden permanecer atadas hasta 40 días. A veces se aplican polvos antisépticos, o bien, con mayor frecuencia, ungüentos que contienen hierbas, leche, huevos, ceniza o estiércol y que se consideran cicatrizantes.
Es posible que a la niña la lleven a un lugar especial para que se recupere, si la mutilación se practicó como parte de una ceremonia de iniciación, donde se imparten enseñanzas tradicionales. En el caso de las niñas muy ricas, es posible que la mutilación la practique un médico calificado en un hospital utilizando anestesia local o general.
Durante la mutilación, generalmente sólo se admite la presencia de mujeres.
Unos 135 millones de niñas y mujeres de todo el mundo han sufrido la mutilación genital, y cada año dos millones corren el riesgo de sufrirla (unas 6.000 al día). En África se lleva a cabo de forma generalizada y es una práctica común en algunos países de Oriente Medio. También se produce, sobre todo en comunidades de inmigrantes, en zonas de Asia y el Pacífico, América del Norte, Latinoamérica y Europa. En aquellos países industrializados donde esta práctica está prohibida, las niñas son operadas de forma clandestina por médicos de sus propias comunidades, o las hacen viajar a su país de origen para practicarles la mutilación.
La mutilación genital puede provocar la muerte. En el momento en que se lleva a cabo, pueden presentarse dolores, shock, hemorragias y daños en los órganos que rodean el clítoris y los labios. Posteriormente, puede producirse retención de orina y desarrollarse infecciones graves. La utilización del mismo instrumental en varias muchachas, sin esterilizarlo, puede provocar la propagación del VIH en aquellas regiones donde su prevalencia es muy alta, como en África. Con mayor frecuencia ocurren infecciones crónicas, hemorragias intermitentes, abscesos, mucho malestar y dolor extremo.
La infibulación puede tener efectos a largo plazo aún más graves: infecciones crónicas del tracto urinario, cálculos en la vejiga, trastornos en la uretra, alteraciones renales, infecciones del tracto genital por obstrucción del flujo menstrual, infecciones en la pelvis e infertilidad, tejido cicatrizal excesivo, cicatriz prominente e irregular que se agranda progresivamente (queloide) y quistes dermoides.
El primer acto sexual sólo puede realizarse después de la dilatación gradual y dolorosa de la
abertura que ha quedado tras la mutilación. En algunos casos, es necesario practicar una incisión previa. Las mujeres sufren graves heridas a causa de incisiones mal realizadas. Otro problema adicional que ocasionan todos los tipos de mutilación genital femenina es que la herida crónica que se produce en la zona genital aumenta el riesgo de la transmisión del VIH durante el contacto sexual.
La mutilación genital puede hacer que el primer acto sexual sea una terrible experiencia para las mujeres. Puede ser extremadamente dolorosa e incluso peligrosa si a la mujer se le debe practicar una incisión previamente. Y aunque esta experiencia no sea dolorosa, la ausencia del clítoris suele disminuir el placer sexual.
En el parto, el tejido cicatrizal de las mujeres que han sufrido la excisión puede desgarrarse. A las mujeres sometidas a la infibulación, cuyos genitales apenas disponen de abertura, es necesario practicarles un corte para permitir la salida del niño. Si no hay nadie asistiendo al parto, es posible que se produzcan desgarros perineales y la obstrucción del parto. Tras el alumbramiento, a menudo a las mujeres se les vuelve a practicar la infibulación para que queden "estrechas" para sus maridos. Las constantes incisiones y suturas de los genitales de una mujer con cada nacimiento pueden provocar la formación de un importante tejido cicatrizal en la zona de los genitales.
Los efectos psicológicos de la mutilación genital femenina son más difíciles de investigar que los físicos. Los testimonios de mujeres mutiladas revelan los sentimientos de ansiedad, terror, humillación y traición ligados a esta práctica. Sin embargo, una mujer que no se someta a la mutilación genital sufrirá posiblemente problemas psicológicos a causa del rechazo social.
La costumbre y la tradición son las razones que suelen explicar la mutilación genital femenina. La mutilación genital femenina define quién pertenece al grupo. Esto es más evidente cuando la mutilación se lleva a cabo como parte de la iniciación a la edad adulta.
Muchas personas que pertenecen a comunidades rurales tradicionales consideran que la mutilación genital femenina es un hábito tan normal que no pueden imaginarse a una mujer que no haya sido sometida a la mutilación. Otros dicen que sólo las marginadas o las extranjeras no están mutiladas genitalmente. En una sociedad que practica la mutilación genital femenina, una niña no puede considerarse adulta a menos que se haya sometido a esta práctica.
A menudo la mutilación genital femenina se estima necesaria para que una niña sea plenamente considerada como mujer, y la práctica marca la diferenciación de sexos en lo que atañe a sus futuros papeles en la vida y en el matrimonio. Se cree que la ablación del clítoris y de los labios -que algunos consideran las "partes masculinas" del cuerpo de la mujer- incrementa la feminidad, término que a menudo es sinónimo de docilidad y obediencia. Es posible que el trauma de la mutilación tenga este efecto en la personalidad de una niña. Si la mutilación forma parte de un rito iniciático, entonces va acompañada de enseñanzas explícitas sobre el papel de la mujer en su sociedad.
Una mujer no circuncidada es humillada por su esposo.
La circuncisión "hace limpias" a las mujeres, fomenta su virginidad y castidad y protege a las
muchachas jóvenes de la frustración sexual al atenuar su apetito sexual.
Algunos grupos creen que el clítoris de la mujer es peligroso y que si toca el pene del hombre, éste morirá. Otros creen que si la cabeza del niño toca el clítoris durante el parto, el niño morirá.
En muchas sociedades, una razón importante que se esgrime en favor de la mutilación genital femenina es la creencia de que mitiga el deseo sexual de la mujer y, por lo tanto, reduce las posibilidades de que haya relaciones sexuales fuera del matrimonio. Se pone en duda la capacidad de las mujeres no mutiladas de ser fieles por propia voluntad. En muchas sociedades que practican la mutilación genital femenina es extremadamente difícil, si no imposible, que una mujer se case si no se ha sometido a la mutilación. En el caso de la infibulación, a la mujer la "cosen" y la "abren" sólo para su esposo. Las sociedades que practican la infibulación son marcadamente patriarcales. Es de importancia vital impedir que la mujer tenga contactos sexuales "ilegítimos" y protegerlas de relaciones sexuales no deseadas, pues se considera que de ello depende el honor de toda la familia. Sin embargo, la infibulación no constituye una garantía contra las relaciones sexuales "ilegítimas", ya que es posible "abrir" y "cerrar" de nuevo a la mujer.
En algunas sociedades que practican la mutilación genital femenina, a las mujeres no mutiladas se las considera poco limpias y no se les permite manipular alimentos ni agua
La práctica de la mutilación genital femenina es anterior al islam y no es habitual entre la mayoría de los musulmanes, pero ha adquirido una dimensión religiosa. Allí donde es practicada por musulmanes, a menudo se invoca la religión como una de sus razones. Muchos de los que se oponen a la mutilación niegan que haya relación alguna entre su práctica y la religión, pero los líderes islámicos no se muestran unánimes al respecto. El Corán no contiene ningún llamamiento en favor de la mutilación genital femenina, pero algunos hadiz (proverbios atribuidos al profeta Mahoma) se refieren a ella. Así por ejemplo, en respuesta a una pregunta que le formuló Um Attiyah (practicante de la mutilación genital femenina), el Profeta dijo: "Reduce pero no destruyas".
Fuente:
Índice AI: ACT 77/06/97/s: https://doc.es.amnesty.org/cgi-bin/ai/BRSCGI/La%20mutilaci%C3%B3n%20genital%20femenina%20y%20los%20derechos%20humanos?CMD=VEROBJ&MLKOB=25408923434