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6 de mayo de 2012

AFICIONES REALES

Juan Carlos Alfonso Víctor María de Borbón y Borbón-Dos Sicilias (dejémoslo en Juan Carlos, nada más) empezó con la caza mayor en 1962, en el gigantesco latifundio de un amigo, en Portugal: la Heredad de Palma, finca de 200.000 hectáreas, donde se divertía asesinando perdices, zorros y jabalíes. 

Luego, siguió Safarilandia (Mozambique, África), una gigantesca reserva de caza del tamaño de Euskadi, propiedad del barón alemán Werner von Alvensleben, a la que acudía la crema de la sociedad europea. El multimillonario griego Stavros Niarchos, el luego presidente francés Valéry Giscard y el entonces príncipe Juan Carlos eran algunos de los invitados de honor. Una fotografía de esas jornadas muestra a Juan Carlos, rifle en mano y sonriente, con sus primeros trofeos: tres cabezas de búfalo cafre y los cuernos de un antílope sable, un gran kudú y otra especie de ungulado. A sus lados, dos nativos sostienen 2 colmillos de elefante.
El entonces príncipe Juan Carlos posando con tres cabezas de búfalo cafre, los cuernos de un antílope sable y un gran kudú.
En la llamada edad de oro de la caza en África, Juan Carlos perseguía leones, leopardos y elefantes en las colonias portuguesas. Entre 1965 y 1975, cazar en Mozambique era caro, como hoy, pero al príncipe eso le tenía sin cuidado. Total, lo pagaba el Estado. También cazaba allí el torero Luis Miguel Dominguín, padre del cantante Miguel Bosé, igualmente taurino. África era un edén para algunas de las caras más visibles del franquismo y la privilegiada derecha española.
De izquierda a derecha, Amadeu Peixe, Don Juan Carlos y Werner, con una joven elefante, cazada el primer día del safari. Ella fue luego bautizada "Miss Mozambique". Del libro "Baron in Africa".
Siguió Angola, pese a que allí se luchaba una guerra independentista. Por el desierto angoleño pululaban los antílopes, búfalos y felinos. El Borbón logró su ansiado trofeo: Un hermoso leopardo. El infortunado felino cayó al suelo, ensangrentado y dando volteretas. Murió prácticamente en el acto. El príncipe se acercó al animal, lo colocó sobre una roca y posó junto al cadáver aún caliente: 
Foto: Publico.es
Como Juan Carlos, iban también a cazar el Presidente del Banco Santander, Emilio Botín, y su mujer, Paloma O´Shea. Ese Edén de la caza terminó con la descolonización de África. En 1975, la Revolución de los Claveles acabó con la dictadura portuguesa y las colonias africanas se libraron de Portugal.

Las guerrillas izquierdistas del Frente de Liberación de Mozambique y el Movimiento Popular de Liberación de Angola no permitieron ni un cazador en sus países. Pero, con el hambre y las guerras civiles que siguieron a la descolonizaciòn, casi exterminaron la fauna de animales mayores, reduciéndola en un 95% en Mozambique. El caso de los bùfalos fue el màs desgarrador.

La desaparición -temporal- de los cotos africanos, no obstante, no acabó con la devoción del monarca por la caza: participó, en Octubre del 2004, en una cacería en Rumanía en la que murieron abaleados un lobo y nueve osos pardos, entre ellos una osa gestante, según el periódico Romania Libera. El Palacio de la Zarzuela (Sede de la monarquìa española) no negó la acusación, pese al revuelo armado en la prensa rumana y española. No conforme con eso, el mismo año, según el diario inglés The Guardian, el rey obtuvo permiso, previo pago de 7 mil euros, para matar a un bisonte europeo (en grave peligro de extinción) en el bosque polaco de Bialowieza.
Foto inédita del rey alardeando de su escopeta de polvo de diamante (100.000 euros) con el fabricante, Ivo Fabbri.
El 2006, el funcionario ruso Sergei Starostin, del área de protección natural de la región de Vólogda (Moscú), lo acusó de matar a un pacífico oso domesticado, llamado Mitrofán, al que, previamente, habrían emborrachado con una mezcla de vodka y miel. Tras ello, soltaron al pobre úrsido y "Su Alteza Real el Rey Juan Carlos mató a Mitrofán de un solo disparo", dijo Starostin en su carta. Ese mismo año, el rey volvió a África y mató al pobre elefante que se ve en la siguiente foto:
El Rey Juan Carlos cazando elefantes.
y en época más reciente, a los búfalos de la siguiente foto:
El Rey Juan Carlos cazando búfalos.
Es conocida la afición y defensa abierta del Rey por la tauromaquia: 
El Rey Juan Carlos y la Infanta Elena saludando al torero.
No debe sorprendernos, entonces, que la insensibilidad, la sed de emociones sangrientas, el parasitismo y la falta de escrúpulos sean una constante en gente así.

Fuente: Dignidad Huaraz 


29 de abril de 2012

29 de abril: Día del Animal

El Día Mundial de los Animales se celebra cada año el 29 de abril, en homenaje al doctor Ignacio Lucas Albarracín, un incansable luchador por los derechos de los animales, oriundo de San Juan, Argentina. Su fallecimiento se produjo el 29 de abril de 1926 y por eso, por iniciativa de la Sociedad Protectora de Animales, se eligió este día para conmemorar el "Día del Animal". 
En 1907 Albarracín gestionó, con el Dr. Ponciano Vivanco, presidente del Consejo Nacional de Educación, la celebración de la Fiesta del Animal, tomando como ejemplo la festividad del Domingo del animal que realizaban en Londres los pastores de las iglesias, que hacían sermones para inculcar el respeto por los animales. 
Más allá de la celebración de un santo cristiano, hoy este día es observado por amantes de los animales de todas las creencias y nacionalidades para recordar que los animales, aunque no tienen derechos, sienten y sufren el abandono, la crueldad, la tortura y las vejaciones que reciben de los seres humanos. 
En el Día del Animal quiero compartir esta carta, escrita por el periodista, filólogo y escritor Juan Arias, nacido en Arboleas, Almería (España, 1932) y que resume, a través del relato de un elefante de Botswana, el sentimiento de muchos de nosotros con respecto al maltrato animal y al lamentable episodio protagonizado recientemente por el monarca español. 
Elephant Family. Photo by Drew Jackson
Carta de un elefante al Rey de España


Señor Rey de España:


Soy un elefante de Botsuana, el país africano en el que me dicen que Su Majestad ha estado recientemente para descansar de sus fatigas, cazándonos en un safari. Los elefantes somos mansos, aunque fieros cuando nos atacan. También nuestros dioses, los de la sabana, son dioses buenos, no vengativos, aunque sí celosos de sus habitantes. 


Quizás por ello, han querido reservar su vida, importante para su país, aunque han querido advertirle con su caída y sus fracturas en el campamento desde donde salía para cazarnos, que sería mejor ya para Su Majestad, que ha vivido ya más de lo que vivimos uno de nosotros, dedicase su tiempo a otras cosas, en vez de venir a matarnos. 


Por ejemplo a seguir a esa España que se está desmoronando económicamente, a ese 52% de jóvenes que sufren el aguijón del paro después de tantos años de estudios, o simplemente a disfrutar de ver a los animales correr y divertirse en su habitad natural, pero sin escopetas, con las manos vacías o llenas de flores. 


Nosotros sabemos que no ha hecho nada ilegal viniendo y pagando muchos miles de euros para matar a uno de los nuestros. Se lo permiten las leyes de mi país. Para muchos, matar gratuitamente animales es como lo era antiguamente cazar a lazo a los negros o indios para esclavizarlos. 


¿Pero basta que algo sea legal para realizarlo? Existen también las leyes del corazón, no escritas, las de los sentimientos humanos, que dicen por cierto que son superiores a los nuestros y existen ciertos ejemplos que un Rey debe ofrecer de su vida incluso privada. 


Su Majestad, desde su primer discurso como Rey, afirmó que quería serlo de todos los españoles. Yo sé que en España hay aún mucha gente que no se importa de ver sufrir o morir a los animales y que hasta se divierte observándolo. Pero existen también millones, sobretodo de jóvenes, que aman a los animales, que quieren protegerles y conviven con ellos. A esos millones de españoles, no creo que les guste especialmente la imagen de su Rey llegando a esta África, que es nuestro territorio, escopeta al hombro, para distraerse disparándonos sin que podamos defendernos. 


Nos han dicho, Majestad, que posee una de las mejores colecciones de escopetas de caza que existen. ¿Podemos hacerle una sugerencia? Haga de ellas un museo y anuncie a los españoles, que su Rey ya no va a matar a ningún animal y que los años que aún le queden de existencia- que le deseamos sean aún muchos más de los que nosotros vivimos, los va a dedicar a distraerse a favor de la vida y no de la muerte. 


Sabemos que nosotros, los elefantes, como el resto de los animales, no tenemos derechos. Nacemos para ser cazados y muertos. Pero queremos recordarle que nosotros no hacemos mal a nadie. Somos sensibles y humildes y hasta nos parecemos a ustedes los Homo Sapiens. Dicen los zoólogos que somos de los pocos animales que respetamos a nuestros difuntos y de los pocos que saben reconocerse, como los humanos, en un espejo. 


Es verdad que quizás para ustedes los humanos los elefantes seamos inútiles, no somos indispensables para nada, pero, no por ello deben tener el derecho de matarnos. También las monarquías hoy- y lo digo con todo el respeto- aparecen inútiles para muchos y no por eso se hace la caza a los reyes y reinas. 


Y hablando de reinas, nos gustaría saber qué piensa su discreta y querida reina Sofía de su amor por la caza de elefantes. Ella como mujer y como madre, debe saber que en nuestra organización en la sabana, vivimos un reino matriarcal. Ellas, las elefantas, organizan y dirigen nuestra comunidad. Son madres amorosas, dan de mamar a sus hijos durante tres y hasta cinco años y sufren como ustedes los humanos cuando se los matan por capricho. 


Por último nos gustaría que sus nietos y bisnietos, Majestades, un día consiguieran divertirse sin necesidad de venir a África a cazarnos y arrancar nuestros colmillos de marfil para adornar los palacios reales con sus trofeos de muerte. 


Quizás, ni queriendo podrán ya hacerlo porque quedamos sólo 30.000 elefantes en todo el mundo y al ritmo con el que nos matan, sus nietos ya no tendrán como hacerlo, porque habremos sido extintos. Tendrán que conformarse con cazar cucarachas que al parecer tienen un millón de años y resisten hasta a las radiaciones atómicas. Nosotros, no. Somos más grandes, pero más frágiles. Quizás por ello nos amen tanto los niños a los que les gusta divertirse con nosotros. Vivos, no muertos. 


Sólo desearle, Majestad, en nombre de nuestros dioses, que se recupere pronto del susto que le hemos dado, que no era para matarle, sino para hacerle pensar que sería mejor para su Majestad, que a la hora de dejar este Planeta, los elefantes que aún estemos vivos, podamos llorar por usted en vez de alegrarnos por haber perdido a un verdugo. 


Los vientos de la selva son misteriosos, Majestad. ¿Por qué no nos regala sus escopetas en vida? 


Con respeto y en nombre de todos los elefantes de Botsuana. 


Fuente: http://revistalamalapalabra.blogspot.com.ar/2012/04/carta-de-un-elefante-al-rey-de-espana.html